Se conoció en todo el país que la Casa de Poesía Silva de Bogotá afronta una crisis económica que pone en riesgo su funcionamiento, infraestructura y servicios culturales entre ellos el Concurso Nacional de Poesía liderado por esa institución.
Dialogamos con René Barraza Meléndez, librero y funcionario de esa entidad durante siete años, quien manifiesta que “se afronta un problema económico de más de cinco años, la junta directiva está enterada de eso, hay dificultad con empleados, prestaciones sociales de los mismos, deudas a proveedores, bodega, entre otros. En algunas ocasiones han dado dinero, incluso del bolsillo, pero es como pañitos de agua tibia”.
Según Barraza, existe negligencia administrativa, “se quedaron quietos, sólo quedamos con los convenios de todos los años de IDARTES y el Ministerio de Cultura y, claro, eso ayuda para unos meses, pero el hueco económico ha seguido creciendo. Estamos a mitad de año, la Casa no ha abierto las puertas un solo día, el director se escudó siempre en la pandemia, aunque nosotros que somos de La Candelaria sabemos que todos los sitios culturales están abiertos”.
Agrega que trataron de colaborar, conociendo que no había dinero, “yo realizo una feria, propuse hacerla, promover eventos, abrir la casa al público, dimos idea de recolectar dinero y nunca resultó. Aparte de eso salen dineros del distrito, unos doscientos millones de pesos y el director los rechaza, esa fue la gota que rebozó el vaso”.
Según Barraza, los sectores afectados con la crisis de la Casa de Poesía Silva incluyen a gestores culturales, poetas, funcionarios, las cárceles que hacían talleres, los colegios e incluso la misma infraestructura que comienza a deteriorarse por la falta de mantenimiento.
Es de aclarar que la institución funciona como una fundación privada, sin ánimo de lucro cuyo objeto general es el de “estimular, promover y desarrollar actividades que fomenten el estudio y la divulgación de la poesía tanto colombiana como extranjera.” Fue abierta al público en mayo de 1986. Posteriormente fue declarada Monumento Nacional en octubre de 1995.
Como entidad cultural es ampliamente conocida en Colombia y en todos los países de habla hispana y ha servido como modelo a la Casa López Velarde en México y la Pérez Bonalde en Venezuela. Un sitio altamente simbólico donde residió el poeta José Asunción Silva y el nariñense Aurelio Arturo quien décadas después buscó albergue como estudiante de derecho cuando el lugar era pensión para provincianos pobres.
Es por eso que la preocupación en todo el país es enorme por la situación que actualmente afronta la referida institución. Es tradicional que la cultura y sus procesos se conviertan en la cenicienta de la sociedad –con la Casa de Poesía Silva se habla incluso de su liquidación–, ¿liquidarla?, quizá para transformarla en otra figura jurídica que le permita sobrevivir, porque hablar de la desaparición completa del centro cultural se convertiría en un error imperdonable, una afrenta a la poesía colombiana y un atentado a la memoria histórica.
La poesía no produce dinero. No es para eso. La poeta y periodista María Mercedes Carranza le dio un gran impulso cuando ocupó la dirección de la casa durante varios años. Por los nombres que han estado vinculados, por los nuevos que se vincularán, por el respeto a las letras colombianas –en medio de esta crisis generalizada en todos lados– el gobierno nacional y los sectores culturales deben ponerse al frente de una solución pronta y radical. Lo exigen y es un compromiso con las letras colombianas.
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