Profunda consternación causó la desaparición del maestro Baldomero Beltrán Guzmán considerado hoy en día el más importante creador e innovador de la danza contemporánea en el sur occidente colombiano. Fue docente de la Universidad de Nariño, investigador y artista con especialización en Tendencias Contemporáneas de la Danza del Instituto Universitario Nacional de las Artes de Buenos Aires, Argentina.
Su muerte se produjo después que el vehículo donde viajaba con su madre fue arrastrado por una avalancha en los límites de los municipios de Pupiales y Gualmatán, en el Departamento de Nariño. Ambas personas fallecieron y, al conocerse la noticia, los sectores culturales, académicos y universitarios del sur del país reaccionaron a una sola voz reivindicando la importancia de Beltrán Guzmán en los campos académicos e intelectuales.
Deja un enorme legado, pues se trata del más importante creador, el mejor artista que en toda su historia ha dado el Corregimiento de José María Hernández y el Municipio de Pupiales de donde es oriundo. Su enorme vocación por el arte, la disciplina con que trabajó sus diferentes propuestas, rompiendo esquemas y formas estéticas de recrear la danza, influyeron en todo Nariño y lo llevaron por varios países de América.
Pertenece a esa estirpe de creadores natos de piezas que, en su caso, se convirtieron en verdaderos “discursos que buscan una mayor cercanía entre lo cotidiano, lo primordial y el devenir armonioso de la vida”, como el mismo afirmaba.
De contextura delgada, redondos ojos en los que brillaba una inteligencia prudente y un carácter sencillo, humilde, eso que hace grandes a los hombres verdaderamente grandes, en Pasto dirigió la Fundación Escénica Tatambúd Danza, entidad con la cual puso en escena una propuesta que denominó danza etnocontemporánea andina con temáticas ancestrales y cotidianas y escenas del campo nariñense y elementos míticos, teológicos y rituales.
La brillantez de su pensamiento se sintetiza en frases tan singulares como esta: “Pensar más en el ser que en el tener, y a partir de allí ser más felices”. Siempre dijo que llegaba del sur, que nació en el sur, que de alguna manera en cada una de sus creaciones era el sur. Nació en las tierras de Nariño y a lo mejor no encajó en ellas por sus intereses artísticos, por su visión poética del mundo que él logró concretar a través del movimiento armónico del cuerpo.
Como nadie hasta el momento enriqueció la danza con el lenguaje y los códigos del alma, fue armonía, fue sueños, fue ese espíritu distinto que de cuando en vez nace en algún lado para dejar una impronta, un sendero que seguir, un faro que ilumina.
Hoy los sectores culturales de Nariño lloran su partida, pero su legado merece un pedestal de honor, una página de gloria, un lugar en los rincones de la memoria para ejemplo de las nuevas generaciones. No le podemos, no le vamos a jugar a la ingratitud, debemos aprender a reconocer lo que vale, lo que es importante y brinda identidad como territorio. El maestro Baldomero Beltrán entregó todo por el arte, lo bailó y lo vivió y qué pequeños nos sentimos ahora ante su filosofía de vida.
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